En un momento de aceleración en el que no paramos de escuchar noticias sobre la inteligencia artificial y del futuro altamente tecnológico que nos espera, hoy quiero invitarte a recuperar una de nuestras partes más humanas y esenciales para el liderazgo de nuestras vidas, tanto en el ámbito profesional, como en el personal: la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es un concepto que va muy vinculado a nuestra salud, tanto física, como mental. Además, es uno de los aspectos esenciales para evitar situaciones de estrés, que podríamos ahorrarnos con facilidad.
Contenido del artículo
Qué es la inteligencia emocional y porque deberíamos potenciarla
Desde el modelo de habilidad de la IE (Mayer y Salovey, 1997), la “Inteligencia Emocional” se describe como la capacidad de percibir, utilizar, comprender y regular eficazmente las emociones en uno mismo y en los otros, de forma que nos permita desarrollar un comportamiento adaptativo al entorno.
Es decir, es la habilidad de identificar las emociones cuando las sentimos para poder reflexionar a tiempo y darnos cuenta de cómo nos pueden afectar a nuestra toma de decisiones, relaciones con otras personas y acciones inmediatas.
De hecho estoy segura de que tú también has identificado algunas emociones a nivel físico: desde una opresión el pecho cuando sufres estrés, hasta un ardor intenso en las mejillas cuando sientes vergüenza.
El objetivo de la inteligencia emocional no es anular estas sensaciones para poder perseguir nuestros objetivos como autómatas, sino aprender a regular nuestras emociones para que nos ayuden a mejorar nuestra propia comprensión y que no inhabiliten nuestra razón. En especial, nos ayudará con aquellas emociones desagradables (como la tristeza, la ira, el desconcierto…) que pueden bloquear nuestra toma de decisiones o hacernos actuar de una manera que, en otro estado emocional, ni se nos hubiera pasado por la cabeza.
RECUERDA
Somos seres emocionales, y que nuestras emociones influyen en gran medida en nuestras decisiones, acciones y en cómo percibimos el mundo que nos rodea.
Estrés emocional: ¿qué relación hay entre el estrés y las emociones?
Si a menudo sientes síntomas físicos del estrés (como acidez en tu estómago, aceleración del pulso, picores en la piel, incapacidad para concentrarte o estás en alerta de manera constante), uno de los principales motivos pueden ser las emociones.
Este estado, conocido como estrés emocional, suele aparecer porque nos cuesta identificar qué sentimos y nos desbordamos al no saber cómo gestionar una emoción concreta. También puede ocurrir cuando nos cuesta entender a otras personas o incluso a nosotros mismos. En nuestro día a día, hay muchas situaciones que pueden activarnos emociones intensas y que pueden afectarnos de manera directa.
Cuando esto sucede es muy habitual empezar a actuar de manera automática. Es decir, la emoción activa una reacción que no podemos dominar y perdemos el control de nosotros mismos. En cambio, con un buen entendimiento de nuestra inteligencia emocional, podríamos discernir estas reacciones con la razón para darnos tiempo para parar, analizar y reflexionar. Ante estas situaciones es cuando deberíamos preguntarnos con plena consciencia: ¿qué es lo mejor para mí?
Pero muchas veces, ya sea por el cansancio o por incomprensión de uno mismo, terminamos reaccionando sin consciencia, provocándonos aún más estrés porque no somos capaces de entender la situación y eso nos genera frustración. Y aquí es cuando aparece el estrés emocional, con algunos de los síntomas que hemos mencionado antes.
¿Cómo entrenar tu inteligencia emocional? Técnicas para mejorar la gestión del estrés
Una vez hemos identificado esta incapacidad a la hora de gestionar nuestras emociones, podemos recurrir a varias técnicas para ayudarnos a entrenar esta habilidad. De hecho, hay muchísimas técnicas para mejorar la gestión del estrés, desde tener en cuenta el sistema nervioso parasimpático a la biología propia de cada persona.
En mis consultas individuales, revisamos la situación particular de cada persona para ayudarle a mejorar la gestión del estrés, teniendo en cuenta desde las características de su biología, hasta su personalidad.
Técnicas de relajación
Para empezar, podemos buscar técnicas que nos ayuden a relajarnos al menos quince minutos cada día. Por ejemplo, podemos encontrar estos espacios antes de irnos a la cama, para poder asegurarnos que tendremos un buen descanso. Para llegar a este estado de relajación, podemos utilizar:
- Productos como los aceites esenciales y la aromaterapia.
- Técnicas de respiración (por ejemplo, aguantar la respiración cuatro segundos entre exhalación e inhalación).
- Técnicas para parar el flujo de pensamientos obsesivos (rumiación) como la meditación y el mindfulness, entre otros.
- Aplicar técnicas de relajación directas a nuestro cuerpo, como el ejercicio físico, los masajes o ir a un spa.
Integrar estos espacios en nuestro día, nos ayuda a mantener una mente más calmada y menos reactiva, un punto clave para aprender a identificar nuestras emociones y gestionar mejor las situaciones.
Técnicas biológicas
Más allá de estas técnicas de relajación, que quizás ya habías escuchado en otras ocasiones, hay otras prácticas menos habituales, pero que nos servirán para activar nuestro sistema nervioso parasimpático. Este sistema es el responsable de promover la relajación, la digestión y la recuperación del cuerpo tras situaciones de estrés, así que es un aliado perfecto para reducir nuestro estrés emocional. Por ejemplo, algunas acciones que nos ayudarán a activarlo son:
- Salivar.
- Cantar.
- Tararear canciones.
- Reír.
- Ponernos en cuclillas…
A través de nuestro cuerpo, podemos mandar señales directas a nuestro cerebro para bajar revoluciones y recuperar la calma.
Por otro lado, también deberíamos tener en cuenta hábitos que nos ayudarán a mejorar nuestro bienestar a largo plazo, como entender qué podemos comer para sentirnos mejor o para asegurar nuestro descanso. Puede ser desde reforzar nuestra alimentación con vitaminas, minerales u hormonas, hasta entender qué alimentos no deberíamos consumir por nuestra genética concreta.
Para poder entender nuestro cuerpo, en las consultas solemos trabajar con un test genético, que consiste en hacer un análisis científico poco intrusivo (a través de un test de saliva) que nos da mucha información relevante sobre las alteraciones genéticas que tiene cada persona. De este modo, podemos saber al detalle cuáles son las fortalezas y debilidades que hemos heredado, y así poder mejorarlas o potenciarlas mediante un estilo de vida específico y personalizado.
Otras actividades para mejorar la gestión del estrés
Más allá de estas técnicas concretas, también hay otras actividades que te recomiendo priorizar en tu vida y que te ayudarán a gestionar mucho mejor el estrés.
Por un lado, no deberíamos dejar de integrar en nuestra semana actividades que nos ayuden a desconectar, como hobbies o aficiones personales. A veces la vida laboral y familiar puede llevarnos a dejar de lado estas actividades, pero son clave para mantener un estilo de vida saludable y evitar que el estrés te termine pasando factura.
Y, por otro lado, te recomiendo cuidar de tu vida social: estar con personas con quien conectas a nivel profundo, que te escuchan, te respetan y te quieren. Las relaciones personales suelen ser uno de los factores que más emociones nos despiertan, así que te recomiendo elegir muy bien quiénes son las personas que te rodean.
¿Qué puedo hacer si me cuesta gestionar el estrés emocional?
Si ya hace tiempo que notas que te cuesta gestionar las emociones y que el estrés está empezando a afectar a tu salud física o que tu salud física te está causando malestar, te recomiendo que busques la ayuda de un especialista.
En muchas ocasiones no somos conscientes de cómo una emoción y una reacción estresante puede llegar a afectar de manera directa a nuestra salud, ya que activa toda una cadena de reacciones hormonales, que nos hacen actuar de distintos modos, tanto a nivel físico como emocional.
Si quieres que te acompañe para mejorar tu gestión del estrés, teniendo en cuenta tanto tu biología, como tus hábitos y tu inteligencia emocional, me encantaría que me explicaras tu situación.
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